Frecuentemente, los Premios Nobel de Literatura han sido concedidos a
autores desconocidos, de los que sólo al buscar por la inmensa fuente de
información (a veces desinformación) que se encuentra en internet se logra
saber algo del galardonado. Según palabras de Alfred Nobel, el premio debe
otorgarse por la Academia Sueca «a quien haya producido la obra literaria más
notable de tendencia idealista (el inom del som de la guarida litteraturen el
idealisk har del utmärktaste i del det del producerat riktning)». No
profundizaré en lo que Nobel consideraba como idealisk y los aspectos que la
Academia tiene, en la actualidad, para otorgar los premios. Quisiera analizar
la contraposición a veces existente entre el reconocimiento institucional, el
popular y el de la crítica. Aunque muchos lo desconozcan, existen unas reglas
que siguen los críticos a la hora de valorar una obra. A su vez, estas reglas
varían según la corriente o escuela de crítica literaria, pero es relativamente
frecuente que todas o la mayoría de las corrientes coincidan en calificar una
obra de gran éxito de público como de deficiente calidad literaria.
Evidentemente, no todos los best-sellers son malas obras, pero un crítico no
fundamenta la calificación de la excelencia en las ventas o, ni siquiera, en el
entretenimiento que pueda producir la obra cuando se lee. Quizás éste sea el
motivo por el que obras desconocidas
son aclamadas por la crítica y no al revés. Pero a veces, la concesión de
premios y las decisiones de la crítica se ven influenciadas por motivos ajenos
a lo literario, de manera que, en ocasiones, son motivaciones políticas,
económicas o personales las que han decidido la concesión de un premio.
Entonces, una obra pasa sin pena ni gloria por las librerías para luego hacerse
una segunda edición con mención en letras doradas del premio conseguido. No sólo ocurre en la literatura,
sólo hay que echar un vistazo a los Oscar de cine y su efecto en la afluencia
de público a las salas o el crecimiento en alquiler de DVD. Una cosa está
clara, de los tres reconocimientos que he mencionado: el institucional
(concesión de premios), el de la crítica y el popular (best-seller), es este
último el más efímero, quedando el primero para las hemerotecas y el de la
crítica para las tesis. Ahora bien, ¿quién califica una obra como un clásico?
No basta uno sólo de estos reconocimientos para configurar una obra como un
clásico, pero en orden de importancia podríamos decir que el más importante
sería el de la crítica, seguido por el institucional y, por último y con menos
valor, el popular. El clásico es definido de manera simple como el modelo que
merece ser imitado, pero hay algo más, es una obra que no pasa de moda. Para
que no pase de moda debe tratar temas que correspondan a la naturaleza humana,
que al ser universal e inmutable, hace que pueda leerse en toda época y lugar. Los temas a tratar pueden, según el tiempo o zona
geográfica, tratarse de distinta manera, pero todos ellos comparten un sustrato
común. Por este motivo, son múltiples las obras de valor intemporal. La lista
sería demasiado extensa, pero valgan éstas como ejemplo:
- La Ilíada o la Odisea tratan ideas como el valor o el destino.
- El arte de la guerra trata sobre la guerra y la resolución de
conflictos.
- La Celestina, acerca del amor y la codicia.
- Don Quijote, sobre los héroes y el intento de alcanzar diversos
ideales, junto con múltiples temas más.
- Guerra y Paz, que trata sobre el amor, guerra, sociedad,...
No importa si al leer la Ilíada aparecen referencias hacia la mitología
griega, así como tampoco que en El arte de la guerra sus protagonistas sean
japoneses de hace 2500 años. Su valor es intemporal. Poco importa que hubieran
o no recibido premios (en esa época no existían) o se hubieran difundido más o
menos, bastan su contenido y la forma de tratar diversos temas para que puedan
tratarse como clásicos. Y esto me da que pensar: ¿hubo clásicos que no fueron
publicados y se quedaron acumulando polvo en algún cajón? Posiblemente haya
existido más de una obra que, por falta de medios u otros motivos, haya
desaparecido o permanezca en silencio esperando que alguien decida pasar sus
páginas y se deleite con su lectura.
Publicado originalmente en la Revista Cultural Tántalo nº 54 de diciembre de 2009 (ligeramente modificado en noviembre de 2015).