Blog del escritor Gabriel Rodríguez Morales

viernes, 6 de noviembre de 2015

El reconocimiento de una obra y su calificación como clásico

Frecuentemente, los Premios Nobel de Literatura han sido concedidos a autores desconocidos, de los que sólo al buscar por la inmensa fuente de información (a veces desinformación) que se encuentra en internet se logra saber algo del galardonado. Según palabras de Alfred Nobel, el premio debe otorgarse por la Academia Sueca «a quien haya producido la obra literaria más notable de tendencia idealista (el inom del som de la guarida litteraturen el idealisk har del utmärktaste i del det del producerat riktning)». No profundizaré en lo que Nobel consideraba como idealisk y los aspectos que la Academia tiene, en la actualidad, para otorgar los premios. Quisiera analizar la contraposición a veces existente entre el reconocimiento institucional, el popular y el de la crítica. Aunque muchos lo desconozcan, existen unas reglas que siguen los críticos a la hora de valorar una obra. A su vez, estas reglas varían según la corriente o escuela de crítica literaria, pero es relativamente frecuente que todas o la mayoría de las corrientes coincidan en calificar una obra de gran éxito de público como de deficiente calidad literaria. Evidentemente, no todos los best-sellers son malas obras, pero un crítico no fundamenta la calificación de la excelencia en las ventas o, ni siquiera, en el entretenimiento que pueda producir la obra cuando se lee. Quizás éste sea el motivo por el que obras  desconocidas son aclamadas por la crítica y no al revés. Pero a veces, la concesión de premios y las decisiones de la crítica se ven influenciadas por motivos ajenos a lo literario, de manera que, en ocasiones, son motivaciones políticas, económicas o personales las que han decidido la concesión de un premio. Entonces, una obra pasa sin pena ni gloria por las librerías para luego hacerse una segunda edición con mención en letras doradas del premio  conseguido. No sólo ocurre en la literatura, sólo hay que echar un vistazo a los Oscar de cine y su efecto en la afluencia de público a las salas o el crecimiento en alquiler de DVD. Una cosa está clara, de los tres reconocimientos que he mencionado: el institucional (concesión de premios), el de la crítica y el popular (best-seller), es este último el más efímero, quedando el primero para las hemerotecas y el de la crítica para las tesis. Ahora bien, ¿quién califica una obra como un clásico? No basta uno sólo de estos reconocimientos para configurar una obra como un clásico, pero en orden de importancia podríamos decir que el más importante sería el de la crítica, seguido por el institucional y, por último y con menos valor, el popular. El clásico es definido de manera simple como el modelo que merece ser imitado, pero hay algo más, es una obra que no pasa de moda. Para que no pase de moda debe tratar temas que correspondan a la naturaleza humana, que al ser universal e inmutable, hace que pueda leerse en toda época y lugar. Los temas a tratar pueden, según el tiempo o zona geográfica, tratarse de distinta manera, pero todos ellos comparten un sustrato común. Por este motivo, son múltiples las obras de valor intemporal. La lista sería demasiado extensa, pero valgan éstas como ejemplo:

- La Ilíada o la Odisea tratan ideas como el valor o el destino.

- El arte de la guerra trata sobre la guerra y la resolución de conflictos.

- La Celestina, acerca del amor y la codicia.

- Don Quijote, sobre los héroes y el intento de alcanzar diversos ideales, junto con múltiples temas más.

- Guerra y Paz, que trata sobre el amor, guerra, sociedad,...

         No importa si al leer la Ilíada aparecen referencias hacia la mitología griega, así como tampoco que en El arte de la guerra sus protagonistas sean japoneses de hace 2500 años. Su valor es intemporal. Poco importa que hubieran o no recibido premios (en esa época no existían) o se hubieran difundido más o menos, bastan su contenido y la forma de tratar diversos temas para que puedan tratarse como clásicos. Y esto me da que pensar: ¿hubo clásicos que no fueron publicados y se quedaron acumulando polvo en algún cajón? Posiblemente haya existido más de una obra que, por falta de medios u otros motivos, haya desaparecido o permanezca en silencio esperando que alguien decida pasar sus páginas y se deleite con su lectura.

Publicado originalmente en la Revista Cultural Tántalo nº 54 de diciembre de 2009 (ligeramente modificado en noviembre de 2015).

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